Aunque el Código Técnico de la
Edificación prescribe la instalación de una cantidad mínima de fotovoltaica en
determinados edificios con un alto consumo energético tanto en nueva
construcción como en rehabilitación, todavía no se ha entendido las ventajas
reales de producir la empresa su propia energía.
Al precio actual de la energía, el producir con la
tecnología fotovoltaica es altamente rentable, ya que la instalación es
desgravable como inversión en inmovilizado y su amortización a 10 años por
ejemplo hacen que se recupere la inversión en tan sólo 5 años, cuando su vida
útil se prolonga hasta los 35 – 40 años.
La fotovoltaica
es la tecnología que mejor se adapta a la autogeneración en ciudades y centros
empresariales, porque es integrable en cualquier superficie, tanto inclinada
como plana, no produce ruidos, ayuda en algunos casos a atenuar el nivel
térmico interior del edificio y consigue generar energía gratis, una vez
amortizada la instalación, la empresa, no sólo consigue la independencia
energética mediante la autogeneración, sino que además se libera de las
constantes subidas que se producen y producirán en el futuro.
Europa, que ha sido capaz de vislumbrar esa pérdida de
competitividad de un tejido industrial a través de la ineficiencia o de una
alta dependencia energética, ha sido capaz de legislar medidas para poner coto
al despilfarro energético.
Tenemos las normas EU relativas a Eficiencia Energética 2002/91/CE, que se ve reflejada en el Código Técnico de la Edificación y en la Norma de Eficiencia
Energética Aenor ISO 50001, pero también nos exige una consecución de objetivos
a través de la norma EU 2010/31/CE relativa a los edificios de Emisiones
Neutras o CO²=0.
¿Qué significa esto? Pues que en un plazo
relativamente corto, hasta el 2018 todos los Edificios Públicos ya sean en
propiedad o en Alquiler, deberán de ser de emisiones neutras. ¿Cómo lo piensan
conseguir? Pues realizando en primera instancia unos programas de Eficiencia Energética. En primera instancia, deberán hacer una
Auditoría Energética, para detectar sus consumos y dónde pueden ahorrar. En
segunda instancia elegir el medio por el que piensan autogenerar su propia
energía. Y en el 2020 el resto de los edificios, o sea oficinas, naves
industriales, centros de negocio, centros comerciales, supermercados, hoteles,
residencias de ancianos y un sinfín más.
En las últimas semanas hemos visto un chorreo de
planes energéticos desarrollados tanto a nivel de Comunidades Autónomas, como a
nivel de Ayuntamientos. Desde la sustitución de las bombillas de la iluminación
de las calles por las de LED o incluso hasta las farolas fotovoltaicas,
que producirían electricidad reduciendo la factura eléctrica del Ayuntamiento a
cero hasta la realización de pactos de los Ayuntamientos para acordar planes de
acción comunes.
Ya en el Código Técnico de la Edificación (2008), se habla de la
obligatoriedad de emitir un Certificado Energético por parte del constructor al
comprador de una propiedad (sea vivienda, oficina, etc). Sin embargo, sólo hace
dos meses, el actual Gobierno lo ha remitido a la CNE para que evalúe su
viabilidad y aún queda que se regulen los parámetros por los que se van a medir
este certificado.
Potencial tenemos, competitivos somos, áreas de
actuación hay, lo que necesitamos son buenos gestores y que la legislación nos
acompañe. Esto contribuye a que el país pueda cumplir los objetivos energéticos
que le han sido impuestos, con el medio ambiente, hace al sector productivo más
competitivo y potenciaría nuevos sectores productivos, se generaría más
economía y se recaudarían más impuestos. ¿Se puede ser más eficiente?
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